Por qué NO Vivimos en una Simulación (seguramente)

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Puntos clave:

  • Imagina un futuro donde las inteligencias artificiales simulan vidas humanas.
  • ¿Podríamos ser humanos simulados, sin darnos cuenta?
  • Nick Bostrom propone un argumento intrigante sobre la simulación.
  • La tecnología futura y sus implicaciones éticas son discutidas.
  • Reflexionamos sobre la identidad y la realidad.

Imagina por un momento que estamos en el futuro. Las técnicas de computación y las inteligencias artificiales se han hecho tan sofisticadas que nos han permitido simular por ordenador una vida humana. Simular un planeta entero como el nuestro, hasta su espacio exterior y a los miles de millones de personas que lo habitan, con sus recuerdos, personalidades y hasta el más mínimo detalle corporal.

Los humanos simulados serían conscientes de sí mismos y podrían pensar que su existencia es real, ignorando que son el capricho de un programador avanzado. ¿En este punto se nos abre la inquietante pregunta y si hubiera ocurrido ya? ¿Y si somos nosotros los humanos simulados?

Circula por Internet un famoso argumento que nos dice que estar dentro de la simulación es lo más probable. ¿Es ya seguro que estamos dentro de un videojuego o tienen los filósofos mucho más que decir?

Vamos a verlo. Pero antes de nada, la gente de Nextory, una plataforma con más de 300,000 libros electrónicos, audiolibros y revistas, me ha pedido que os recomiende tres de ellos, así que os he escogido tres gemas de divulgadores españoles.

El primero, Las cuatro fuerzas que rigen el universo, de Jordi Pereira, más conocido como Ciencia de sofá. Con Jordi vamos a los elementos de la fuerza electromagnética, las nucleares y la gravedad. Y si en el futuro podremos entenderlas todas bajo un mismo prisma. Una teoría del todo buenísimo, claro como el agua.

El segundo es Algo nuevo en los cielos, de Antonio Martínez Roón. Todo lo que se te puede ocurrir que pasa en nuestra atmósfera está súper bien explicado en este libro, aderezado con un montón de historias desconocidas, como la del español que quería subir a 25 km de altura protegido con una capa canelita tan rama.

Y por último, La lira desafinada de Pitágoras, de Almudena Martín Castro. Un libro en el que a través de la historia vas entendiendo toda la ciencia y las matemáticas detrás de la música y también de lo que no suena tanto a música. Recomendadísimo. Toda una lección de acústica, historia de la ciencia y hasta astronomía.

Si queréis leer alguno de estos libros, tenéis seis semanas gratis de Nextory registrándoos en mi página. Os dejo el link en la descripción.

¿Ahora, dicho todo esto, cómo es eso de que vivimos una simulación? ¿O sea, cómo uno va y demuestra eso?

Partiendo de estas preocupaciones por ser Sims, el filósofo Nick Bostrom planteó su famoso argumento de la simulación. Una de las ramas argumentales, grosso modo, es si la especie humana no se extingue antes, conseguiremos una tecnología casi divina. Tecnología que nos permitirá hacer simulaciones perfectas de nosotros mismos.

Al igual que ahora montones de personas usan sus ordenadores para crear vídeos, música y videojuegos, como posthumanos, usaremos esa nueva tecnología para recrear una y otra vez a nuestros antepasados de cualquier época, incluso con variaciones. Un mundo en el que todos podemos volar, otro en el que la estética predominante es la de Matrix o una versión en la que Google, Microsoft y Apple se fusionan y funcionan para controlar el mundo como un ente supraestatal.

Y ahora viene lo interesante. Bostrom defiende que si se cumple que no nos extinguimos antes de tener y usar esta tecnología, es casi seguro que tú y yo vivimos en una simulación. Es decir, que es más probable que seamos humanos esperando pacientemente llegar al estado posthumano o que estemos ya dentro de una de las tropecientas simulaciones creadas por civilizaciones anteriores.

Las probabilidades están en nuestra contra.

¿Hay otra variación que te deja aún más tocado? ¿Y si dentro de esas simulaciones se pudieran hacer a su vez otras simulaciones? ¿Y si en el mundo virtual del cuero y el látex esos posthumanos desarrollaran sus propios mundos virtuales? Dentro de estas simulaciones podrían caber más mundos virtuales, una cascada de simulaciones que contienen otras simulaciones.

Y volvemos a lo mismo, que es más probable que estemos dentro de la realidad original o en la infinidad de mundos que despliega. Da miedo pero es inquietante.

La idea de vivir una realidad ficticia no es muy nueva. Ya los filósofos antiguos se planteaban si todo lo que experimentamos es un sueño o un plan manejado por algún genio maligno. En cambio, el éxito popular del argumento de Bostrom radica en que se apoya en la tecnología del futuro, esa que tanto promete.

Gente tan influyente como Elon Musk dice que existe solo una posibilidad entre miles de millones de que estemos viviendo en la realidad base. Incluso algunos magnates de Silicon Valley están intentando averiguar cómo podríamos salir de la Matrix.

Pero ojo, no caigamos en la trampa. La idea tiene fallos graves en sus cimientos. Bostrom supone, primero, que somos la primera especie inteligente que ha existido; segundo, que no nos vamos a extinguir antes de esa supuesta etapa posthumana, y tercero, que llegaremos a tener la capacidad técnica de simular toda la realidad que observamos.

¿Fijaos en la tercera suposición? ¿Está totalmente asegurado que podremos crear algún día tal simulación? Para nosotros, el progreso tecnológico es algo casi natural. Los procesadores son cada vez más pequeños, las máquinas más eficientes y cosas que antes eran magia ahora las hacemos con normalidad.

Soñábamos con poder volar y, efectivamente, ahora volamos y pensamos que esto va a seguir así, que nuestro sueño de simular la realidad a la perfección se cumplirá. Pero esto es una suposición, es algo que tienes que creer. La historia de la tecnología ha dado muchos bandazos, y nada garantiza que todos nuestros sueños se cumplirán.

Sí, volamos, pero volamos dentro de un armazón, no como lo hace Superman.

Incluso puede que haya problemas insalvables. La física nos dice que hay ciertos límites insuperables, como moverse más rápido que la velocidad de la luz. No es una cuestión de superarnos tecnológicamente. Simplemente el universo es así. Quizá escribir en código la consciencia humana forme parte de lo que no se pueda hacer jamás, con independencia de la potencia computacional que logremos.

Y hablando de ella, todavía no tenemos muy claro qué es ni cómo se origina la consciencia, pero algunos autores sostienen que nunca podremos meterla en un programa informático. Usando la expresión de Turing, podría no ser computable.

Como vimos en este vídeo, hay problemas matemáticos que los humanos resolvemos bien y que ningún ordenador puede resolver. La etapa posthumana de Bostrom haría posible que seres sintientes y autoconscientes surjan de datos almacenados en un sistema informático. Es el proyecto de la llamada inteligencia artificial fuerte: construir aparatos que reproduzcan nuestra forma de pensar y de sentir.

Y parte de una idea. Mentes y ordenadores son equiparables. El cerebro sería el hardware y la mente el software. Un salto demasiado grande para comprenderlo.

Hablemos del argumento de la habitación china del filósofo John Searle. La idea es imaginar una habitación cerrada con un par de ventanas. Una persona que solo entiende español, encargada de recibir preguntas en chino por una ventanilla y responder en chino por la otra. El problema es que no tiene ni idea de chino. Tan solo sigue las reglas de un manual que le dice qué tiene que escribir en cada caso.

Cualquiera fuera de la habitación diría que la persona sabe chino, pero no es verdad. Únicamente maneja símbolos en el plano sintáctico, pero no entra en sus significados, el plano semántico. Vamos, que aunque lo hace bien, no tiene ni idea de lo que está haciendo. Poco se diferencia de lo que pasa dentro de una máquina diseñada para una tarea específica.

Quizá esos humanos diseñados por computadora podrían defender su episodio favorito de los Simpson, pero realmente no estarían reflexionando sobre narrativa. Darían una respuesta simulando haber tenido ese pensamiento, y de puertas para afuera, parecerían ser conscientes.

Pero emular la mente no es lo mismo que tener una mente. Pensar es mucho más que ejecutar algoritmos. Y ser humano no se reduce a un código de instrucciones. Implica comprender lo que se hace, sentirlo y ser consciente de ello.

Además, en este debate suele dejarse atrás el soporte físico, nuestro cuerpo. No sabemos bien cómo la evolución ha hecho posible que un primate con un trozo de masa gelatinosa en la cabeza sea consciente de que está pensando y de que es un individuo distinto a los demás, con recuerdos, ideas y sentimientos propios.

Pero quizás el sustrato biológico de nuestros cerebros sea imprescindible para tener consciencia. Si fuera el caso, y aunque no nos extinguamos, jamás podremos simular informáticamente a otras personas hasta el punto de que sientan y piensen de verdad.

Y hay más. Pon que aceptamos por un momento que somos humanos simulados. ¿Nos permitirían los programadores sospechar que somos simple software? ¿Nos dejarían hacer nuestras propias simulaciones? De hecho, habría que aplicar el argumento de Bostrom a nuestros simuladores.

¿Cómo sabrían ellos que no son a su vez una simulación? Es más, si fuéramos simulados, el propio Bostrom se vería en un gran aprieto. Habría escrito su artículo desde un mundo simulado. Las leyes físicas que le permiten hacer su extrapolación sobre la tecnología simuladora podrían no ser las leyes que rigen en el mundo base, el verdaderamente real.

¿Cómo podemos tomar en serio el argumento sin saber si nuestras ideas se refieren a la realidad? Otro punto flaco del argumento es asumir que simularnos sería interesante para esos avanzadísimos seres superinteligentes, pero poseer una tecnología no implica necesariamente usarla.

Quizá, precisamente por ser tan avanzados, su ética les impediría jugar con personajes que sienten y sufren. ¿Si los posthumanos fueran benevolentes, por qué simularían el mundo en el que vivimos, con sufrimiento, dolor y maldad?

¿Para qué reproducir el holocausto y las grandes miserias humanas, de las que seguramente se avergonzarían? Si nosotros ya estamos poniendo límites éticos a las inteligencias artificiales, por qué ellos no lo harían? Esta refutación tiene muchos paralelismos con la idea de un dios creador, en este caso, un posthumano creador con la capacidad de tirar del cable.

Parecido a lo que ocurre con los argumentos de la existencia de Dios, nunca podremos demostrar satisfactoriamente que no estamos en una simulación. Cualquier evidencia o réplica que expongamos podría ser simulada. Una trampa de los dioses para que nos confiemos.

Por suerte, tenemos herramientas racionales para, como mínimo, dudar seriamente de todo esto. Viene a nuestro rescate la navaja de Ockham, que nos dice que no es adecuado postular entes sin necesidad.

Básicamente, si tenemos dos teorías que intentan explicar nuestro mundo y hacer predicciones, ¿con cuál nos quedamos? ¿Con la que nos habla de un universo con sus leyes y estructuras, o con la que nos dice que hay otro universo que está simulando nuestro universo?

Puesto que tenemos claro que en ambos casos hay un universo real, ¿para qué meter un metaverso en la ecuación? No explica ni resuelve nada que las viejas divinidades no aspiraran a resolver.

De todos modos, si te preocupa vivir en una simulación, piensa que no por ello dejas de ser parte de la realidad. Solo hay una realidad, que incluye el universo real y todos los simulados.

¿Cambiaría mucho nuestra vida si fuéramos simulados pero no lo supiéramos nunca? La experiencia sería la alegría, el placer, el dolor, la sed y el hambre seguirían moviéndonos a actuar.

¿Te da miedo que alguien se aburra de nosotros y apague el ordenador? Si te soy sincero, los físicos sospechan de varias amenazas cósmicas que también supondrían el final.

Eso sí, tomarse en serio la tesis de la simulación tiene un riesgo: ignorar nuestras responsabilidades como individuos y como sociedad.

Mi conclusión lo siento, pero aunque la idea pueda estar guapa para un debate entre amigos y sea fértil en el terreno filosófico, asumir la simulación nos obliga a dar por sentados demasiados supuestos, cosas que no sabemos si son o van a ser ciertas.

Que podamos pensar algo no lo hace posible ni real. Así que por muy tentador que sea decir que este vídeo es una simulación para convencerte de que eres real, lo más razonable es pensar que no vivimos en Matrix y que este vídeo es solo una forma de compartir contigo nuestra pasión por el conocimiento.

Y ya sabes, si quieres más ciencia, solo tienes que suscribirte. Y gracias por vernos.